viernes, 26 de octubre de 2012

LA DEPRESÍÓN Y ANSIEDAD AFECTAN CADA VEZ MÁS A NIÑOS Y ADOLESCENTES


Los trastornos de ansiedad y depresión se han incrementado en niños y adolescentes, llegando a afectar a entre el 10 y el 20% de la población infantil. Por este motivo, los especialistas insisten en la importancia de un diagnóstico precoz que permita instaurar cuanto antes el tratamiento más eficaz, con el fin de mejorar la calidad de vida de los jóvenes pacientes y, sobre todo, para evitar que estas patologías puedan volverse crónicas y continuar durante la edad adulta.
Según explica el Dr. Jesús García Pérez, pediatra miembro de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y de Atención Primaria (SEPEAP), los síntomas que presenta el niño que sufre alguno de estos trastornos varían significativamente dependiendo de su propio carácter, su desarrollo cognoscitivo y emocional, la influencia de su entorno y, por supuesto, su herencia genética. Sin embargo, es frecuente que manifieste síntomas físicos como dolores de cabeza o abdominales, sensación de ahogo, palpitaciones, náuseas o vómitos, temblores; y también síntomas psicológicos como angustia, preocupación injustificada, miedo, problemas para mantener la atención o falta de concentración, apatía, inquietud, alteraciones emocionales como hipersensibilidad o irritabilidad excesiva…
Existen una serie de factores de riesgo que pueden propiciar que los niños sufran trastornos de ansiedad, como la separación o divorcio de sus padres, o un mal ambiente familiar con frecuentes discusiones en presencia del niño y falta de respeto entre los progenitores, enfermedades o adicciones (alcohol, drogas) de los padres, y mala situación económica de la familia, entre otros. Aunque a cada niño le afectarán de forma diferente dependiendo de su carácter y su capacidad de adaptación.
Los trastornos de ansiedad más frecuentes en niños y adolescentes son: el trastorno de ansiedad por separación, en el que el paciente muestra una angustia exagerada por el hecho de separarse de sus padres; el trastorno de ansiedad generalizada, que se caracteriza por una preocupación injustificada y prolongada en el tiempo sobre las actividades cotidianas y las relaciones sociales; y las fobias, que son temores excesivos ante determinadas situaciones, que condicionan al afectado impidiéndole llevar una vida normal (miedo a la oscuridad, a los monstruos, al colegio, a las enfermedades, a no ser aceptado socialmente, a hacer el ridículo…).
Depresión en la infancia
Son frecuentes síntomas como dolores de cabeza o abdominales, sensación de ahogo, palpitaciones, náuseas o vómitos, temblores, angustia, preocupación injustificada, miedo, falta de concentración…
Los niños pueden sufrir depresión desde muy pequeños, y al tratarse de una enfermedad que tiende a volverse crónica, es fundamental que el pediatra sea capaz de identificarla y diagnosticarla cuanto antes, para minimizar el impacto que puede tener en el desarrollo del niño, y mejorar el pronóstico a largo plazo.
En los más pequeños es especialmente difícil diagnosticar este trastorno psiquiátrico y el especialista necesita contar con la colaboración de los padres, sobre todo si el niño no tiene todavía la capacidad de expresar verbalmente sus emociones y sentimientos.
Los síntomas varían mucho de un niño a otro, y dependen además de la edad que tenga, y del desarrollo emocional y cognoscitivo que haya alcanzado. En edad preescolar, pueden aparecer signos como: falta de interés, tristeza, irritabilidad, crisis de llanto, alteraciones del sueño y falta de apetito. En la edad escolar, los padres deben estar alerta si el niño presenta llanto injustificado, hiperactividad o lentitud motora, tristeza, pesimismo, baja autoestima, problemas de concentración, dolor de cabeza frecuente, disminución del rendimiento escolar, ansiedad, sentimientos de culpa…
 

domingo, 21 de octubre de 2012

LOS ESTADIOS DEL DESARROLLO DE LOS NIÑOS


Para Piaget el desarrollo de la inteligencia es un proceso en el que el niño progresa desde unos cuantos esquemas simples (reflejos) que le permiten las primeras adaptaciones simples hacia esquemas de conocimiento formales que le permiten interactuar con la realidad y razonar de forma abstracta para adaptarse completamente a ella.
 

Cuando el niño nace, dispone solamente de unos cuantos reflejos simples (como el reflejo de succión o palmar) producto de la herencia genética. Pero estos reflejos no son pasivos, sino que muestran desde el comienzo una auténtica actividad,  primero a través del propio ejercicio de los reflejos (el bebé practica el reflejo de succión y mediante el proceso de asimilación lo generaliza a otros objetos). Posteriormente, partiendo siempre de las acciones del niño, se van integrando los reflejos en esquemas más generales, en esquemas de acción (reflejo palmar se integra en el esquema de prensión) y se coordinan diferentes esquemas que permiten coordinar las acciones del bebé sobre los objetos.

En esta primera etapa, las acciones del sujeto sobre los objetos son manipulaciones directas, basadas en las sensaciones corporales en las que todavía no intervienen ni el lenguaje ni la representación. Sin embargo a partir de los 2 años, la acción del niño sobre los objetos se modifica de forma sustancial gracias, en un principio, a la aparición de la función simbólica que le capacita para representarse objetos y acontecimientos.

La función simbólica permite, entre otras cosas, la adquisición del lenguaje. A través del lenguaje los niños ya pueden reconstruir sus acciones pasadas como un relato y anticipar acciones futuras mediante la representación mental. El lenguaje también posibilita la interacción social, el pensamiento (a través de la interiorización de la palabra) y, fundamentalmente, la interiorización de la acción (la reconstrucción en el plano del pensamiento de las acciones y de los resultados de las mismas). Por ejemplo, los niños son capaces de representarse en el plano del pensamiento que cuando un objeto se oculta, no desaparece, sin necesidad de comprobar directamente que sigue en el mismo sitio.

Sin embargo, el incipiente pensamiento para el que capacita la función simbólica está basado en casos individuales. Así el niño de 2-3 años no puede distinguir entre “el” gato particular y “los” gatos. Sin embargo, aunque los preconceptos no tienen todavía suficiente grado de generalidad, son ya representaciones mentales: están ligados a un símbolo y no a la acción con los objetos. Por ejemplo, el niño puede señalar un dibujo de un gato o pronunciar la palabra “gato”, para referirse a un concepto mental (un animal) y no sólo al gato (real) que está viendo. Desde los 4 hasta los 7 años, aproximadamente, el pensamiento preconceptual evoluciona hacia el razonamiento intuitivo que permitirá ir construyendo leyes físicas intuitivas de cómo son los objetos del mundo y de sus relaciones. Sin embargo, este tipo de razonamiento está centrado todavía en los rasgos perceptivos más salientes de los objetos y sólo puede tener en cuenta una única dimensión de los objetos.

Por ejemplo, a partir del juego con una bola de plastilina, una niña de 5 años puede descubrir que a medida que se alarga el trozo de plastilina, se hace también más estrecho, y a la inversa, pero todavía no es capaz de darse cuenta de que la cantidad de plastilina permanece constante pese a las deformaciones perceptivas que se puedan producir.

A partir de experiencias como ésta, puede llegar a tomar conciencia de que longitud y grosor no son dimensiones independientes  de los objetos sino que varían de forma coordinada (a medida que se alarga la bola se hace más estrecha, y viceversa) y deducirá que la cantidad de plastilina permanece constante aunque cambie su forma. Pero para tomar conciencia de ello, todavía necesita tener la plastilina presente para poder manipularla.

No será hasta los 6-7 años cuando esta niña pueda realizar mentalmente estas transformaciones y tome conciencia de las coordinaciones entre longitud y grosor que se producen como resultado de las mismas. A estas “acciones mentales”, es decir, a la capacidad de realizar transformaciones sobre los objetos de forma “virtual”, a las acciones interiorizadas, es a lo que Piaget denomina operaciones mentales. Desde los 6-7 años hasta los 11 aproximadamente, Piaget habla de operaciones concretas porque todavía están ligadas a contenidos concretos.

A partir de los 11-12 años, se produce una transformación del pensamiento que permite a los adolescentes razonar de modo hipotético-deductivo, es decir, de forma abstracta, sobre situaciones o enunciados verbales que no tienen una conexión directa con la realidad. Para Piaget, durante este período se alcanza la plenitud del pensamiento.

Los estadios por los que los niños pasan siempre siguen un orden secuencia y fijo, igual para todos los individuos, y por tanto, de carácter universal. Sin embargo, pueden existir ligeras variaciones en cuanto a la edad en que los estadios se manifiestan.

viernes, 19 de octubre de 2012

ACTIVIDADES EXTRAESCOLARES




La mayoría de los padres quieren que sus hijos completen su formación participando en actividades extraescolares. Este tipo de actividades también cumplen la función de alargar la jornada escolar de los niños, para que sus padres puedan cumplir con sus obligaciones laborales u otro tipo de compromisos, mientras ellos se divierten practicando un deporte, o aprovechan para ampliar conocimientos en materias distintas a las que se imparten en la escuela.



Los expertos coinciden en que estas actividades son beneficiosas para los niños porque favorecen su desarrollo personal y las relaciones sociales con sus amigos o compañeros de clase, en un ambiente diferente. El desarrollo de actividades extraescolares está relacionado con un mejor nivel de educación y rendimiento académico, y una mayor madurez personal y social. Además, organizar y supervisar parte del tiempo de ocio de los menores puede evitar actitudes o comportamientos inadecuados.

Sin embargo, es muy importante contar con la opinión del menor a la hora de seleccionar el tipo de actividades que va a desarrollar, porque el niño puede verlas como una imposición y terminar aborreciéndolas. Aunque el padre hubiese querido ser una estrella de fútbol, es posible que su hijo se incline más por el baloncesto o por el ballet clásico, por lo que no debe considerar que lo mejor es darle la oportunidad (que no tuvo él) de llegar a ser un gran campeón, incluyéndole en el equipo de fútbol infantil del colegio o del barrio. Por el contrario, lo mejor es hablar con el niño y proponerle distintas actividades, tanto deportivas como culturales y de ocio, para que él señale las que más le interesan.

Puede ocurrir que comience alguna de ellas y descubra posteriormente que no le agrada o no se le da bien (sobre todo en el caso de los deportes). En ese caso, tampoco pasa nada por cambiar a otra, hasta dar con la que más se adapte a sus gustos y posibilidades. Es aconsejable combinar actividades deportivas y de ocio, con alguna de tipo académico que aporte un valor añadido para el futuro del estudiante, como los idiomas y la informática.

jueves, 4 de octubre de 2012

WEB 2.0

La llegada de los ordenadores a las aulas ha sido recibida con  esepticismo por una parte del profesorado, que piensa que la fiebre tecnológica va a convertir a los alumnos en analfabetos con dominio del teclado.

Todavía quedan resistencias en los claustros, peron nadie puede negar la realidad: el 93% de los alumnos de 15 años de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) asiste a una escuela en la que tiene acceso a un ordenador y prácticamente el mismo porcentaje (92.6%) dispone de acceso a Internet.

La XXVI Semana Monográfica de la Educación de Fundación Santillana analizó a fondo la semana pasada como están dirigiendo los centros esta transformación del paradigma que les empuja a la escuela 2.0. "Es inevitable añadir tecnologías a las clases, porque así funciona el mundo que nos rodea. De hecho, la única manera de que la velocidad del cambio no nos arrastre es saber manejar las herramientas digitales".

En efecto, se está dotando de muchos medios a colegios e institutos, pero no todos les sacan el mismo rendimiento. "Los alumnos están muchas veces más formados que sus maestros". "El sistema educativo está demasiado falto de recursos como para que la alfabetización digital funcione. La falta de personal no permite tener coordinadores TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) la mayoría del material llega tarde, es antiguo y no funciona".

Los educadores reclaman soluciones más eficientes.