La jornada laboral de los
escolares, desde hace muchos años ya, no termina cuando suena el timbre del
colegio. Más del 90% de los alumnos españoles de enseñanza obligatoria (de 6 a
16 años) desarrolla alguna actividad extraescolar, y algo más de la mitad, dos
o más a la semana, según los datos del Ministerio de Educación. Estas
actividades, que pueden tener muchas virtudes y ser beneficiosas para el
escolar, responden muchas veces, según distintos expertos, solo a las
necesidades de unos padres trabajadores que tienen que colocar a sus
hijos muchas horas al día, o se eligen en función de los gustos parentales, y
pueden llegar a suponer una carga demasiado pesada para algunos niños y niñas.
Más del 90% de
los alumnos alarga sus tareas al salir de las clases ordinarias.
La jornada
laboral de los mayores determina a veces el horario de los hijos.
Algunos colegios ofrecen horas de
refuerzo para los alumnos rezagados.
Si se obliga
al niño con actividades que no le gustan puede aborrecerlas.
Un estudio culminado en 2003 sobre las
principales causas del estrés entre los chavales andaluces de 8 a 12 años,
elaborado por la catedrática de Psicología Victoria Trianes concluyó que
algunos de los factores que más les pueden agobiar son la preocupación por su
apariencia física, participar en demasiadas actividades extraescolares y estar
mucho tiempo solos.
Es muy difícil saber cuántos niños y
adolescentes pueden estar sobrecargados, sobre todo teniendo en cuenta que el
mismo peso que resulta ligero para un chaval a otro puede machacarlo. Lo que
está claro es que puede llegar a ser un problema, explican por teléfono
Trianes, y también la investigadora de la Facultad de Medicina de la Autónoma
de Barcelona Beatriz Molianuevo. Juan Antonio Planas, presidente de la
Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España,
asegura que incluso puede acabar en fracaso escolar.
"No es lo habitual. Aunque es verdad
que puede haber padres que por sus necesidades de trabajo necesiten que sus
hijos estén en muchas actividades", señala Pilar Triguero, presidenta de
la Confederación Democrática de APAS de Andalucía (Codapa). "Igual entre
los que van a los conservatorios de música o practican deportes más en serio",
añade María José Navarro, presidenta de la Federación de asociaciones de padres
de Valencia.
En general, la mayoría de los escolares
de educación obligatoria practican algún deporte, un 73% según las últimas
cifras del Ministerio de Educación, de 2007. Muy por detrás, en porcentajes que
van del 21% al 28%, estudian idiomas, música o danza, dibujo o pintura e
informática.
Nada es blanco o negro en educación, dice
Planas, y todo va a depender de cada chaval. "Cada niño y cada niña son
seres únicos que por sus especiales circunstancias van a beneficiarse o a
responder mejor unos que otros a determinados tipos de actividades", dice
el profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Córdoba Juan
Moriana.
"A veces, las actividades
extraescolares, que pretenden ser la solución, se convierten en el problema.
Así, un alumno inquieto, con atención dispersa, y que debe entrenar su atención
mantenida, si se le apunta a actividades de deporte todas las tardes para
tranquilizarlo, a la postre, cada vez tendrá menos hábitos de trabajo y de
atención. Justo lo contrarío de lo que se pretendía", asegura el profesor
de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Almería Jesús de
la Fuente.
En general, los expertos no creen
necesario ni recomendable acudir a estas actividades antes de los cinco o seis
años. Si acaso, Moriana recomienda la natación para estas edades: "Supone
un ejercicio físico muy completo para el desarrollo del menor y es positivo que
los niños aprendan a nadar pronto", asegura. En cuanto al aprendizaje de
idiomas, sobre todo el inglés, acepta que, cuanto antes se empiece, mejor. Eso
sí, teniendo muy en cuenta la forma en que se van a recibir esas clases.
"Los padres deberían asegurarse de que el método utilizado es adaptado a
su edad, tremendamente lúdico (juegos, canciones) y poco instruccional",
añade Moriana. "Para algunos aprendizajes es cierto que cuanto antes se
empiece, mejor, pero con otros no tanto. De hecho, lo que a veces hacemos es
quemar oportunides, porque sometemos a los niños a actividades que les vienen
grandes y acaban aborreciéndolas", dice la psicóloga experta en educación
infantil Gema Paniagua.
A partir de Primaria, en lo que insisten
los especialistas es en tener muy en cuenta los gustos y las preferencias del
niño y preguntar a los profesores y a los orientadores escolares, sobre todo
para hacer un seguimiento de si el niño o adolescente no está teniendo
problemas para seguir las actividades normales del colegio. "Habría que
plantearse año a año la conveniencia de mantener cada actividad, en función de
los resultados obtenidos y principalmente de cómo lo viva el niño", añade
Moriana. Daniel Veiga, orientador del instituto de Secundaria García Barbón, de
Verín (Ourense), insiste en que, en todo caso, el escolar debe tener suficiente
tiempo libre para "jugar, descansar y estar con la familia" y en que
las actividades extraescolares deben "sustituir horas de televisión o de
sofá, nunca de convivencia familiar, deberes o juegos".
Unas reglas parecidas (preguntar a los
profesores, asegurarse de que el método de enseñanza es el adecuado) se suelen
proponer cuando se habla de las actividades de refuerzo, de las típicas clases
particulares. Según los datos del Ministerio de Educación, recogidos en 2004,
algo menos del 10% de los alumnos de Primaria y el 20% de los de Secundaria
recibe ayuda externa en academias o con profesores particulares.
Están bien, continúa Daniel Veiga, si se
llega a la conclusión, junto a los profesores, de que el niño realmente lo
necesita y, sobre todo, en las primeras etapas, además de la materia se enseña
a los chavales a organizarse, planificar, estudiar él solo. Sin embargo, hay
que tener cuidado de que todo se reduzca solo a hacer los ejercicios de la
materia que se está reforzando o que el estudiante se acostumbre de tal manera
a estos apoyos que luego no sea capaz de continuar por él mismo. "Lo que
queremos como educacores es que el niño desarrolle el trabajo autónomo también
en casa. Y si le ayudamos siempre nosotros como padres o recibe la ayuda de
profesores particulares ese objetivo fundamental puede no cumplirse", dice
la orientadora escolar de Infantil y Primaria Luz Santesmases.
Además, una vez decidido, es importante
ver todas las posibilidades, dice José María Salguero, orientador de
Secundaria. Salguero recuerda que en muchos centros se ofrecen refuerzos
académicos fuera del horario lectivo, con planes institucionales como el PROA,
o con iniciativas con las que alumnos mayores, de Bachillerato, echan una mano
a sus compañeros más pequeños, de 1º o 2º de ESO. "Muchas veces esa
iniciativa es más interesante, quizá que la asistencia a academias que pueden
alargar excesivamente la jornada escolar e impartir contenidos algo distintos a
los que se siguen en el colegio", señala.
¿Dónde?
¿Qué? ¿Cuánto? ¿Cómo?
Las necesidades y las jornadas labores de
los padres, y su capacidad de gasto, sobre todo en el contexto actual de crisis
económica, marcarán la elección de las actividades extraescolares de los niños
y adolescentes. Pero incluso con esos imperativos, los económicos y los de
cercanía de la oferta, hay bastante margen para elegir. Los especialistas
ofrecen una serie de consejos para hacerlo mejor.
- La oferta. La mayoría de los colegios e
institutos ofrecen, a través de las asociaciones de padres o de empresas, muy
diversas actividades que muchas veces están subvencionadas, por lo que, al
menos una a la semana, este tipo de formación complementaria está al alcance de
la inmensa mayoría de las familias. También las ofrecen muchos Ayuntamientos,
"que pueden costar 30 o 40 euros al año", dice María José Navarro,
presidenta de la Federación de Asociaciones de Padres de Valencia. Todo tipo de
asociaciones, academias o empresas externas de precio muy variable completan la
oferta.
- Los gustos del niño, no de los padres.
"La elección debe tomarse teniendo en cuenta la opinión del niño o la niña
(preferiblemente según sus gustos, carácter y habilidades). Debemos orientarle
pero no imponerle nuestras preferencias", dice el orientador de Secundaria
Daniel Veiga. "Es prioritario escoger lo que más le guste y divierta, a la
vez que favorezca su desarrollo personal, le ayude a relacionarse con los demás
y favorezca su sociabilidad", añade.
- Una posibilidad para cada carácter.
Veiga aporta una pequeña guía del tipo de recurso que puyede venir bien según
el carácter de cada chico o chica: para alguien tímido, actividades en grupo,
pero no competitivas, como danza o teatro; para el perezoso, deportes y
actividades individuales como tenis o pintura; para el nervioso, algo que le
ayude a dominarse como el yudo o la natación; y para el que le cuesta
relacionarse, actividades en grupo como pueden ser el fútbol o el baloncesto.
"Las actividades deportivas de grupo son especialmente interesantes para
la socialización de determinados menores, sobre todo, en edades clave, de 9 a
13 años", añade el profesor de la Universidad de Córdoba Juan Antonio
Moriana.
- Dos o tres a la semana. "Parece
que lo más recomendado es una o dos actividades, algunos especialistas insisten
en no sobrepasar las tres. Yo pienso que es mejor que pasen tiempo de calidad
educativa con sus padres y/o que realicen actividades con ellos, más que
desempeñar multitud de extraescolares", dice Moriana.
- El equilibrio. "Un aspecto clave
es el hecho de no sobrecargar al escolar. Es imprescindible que disponga de
tiempo libre para jugar, descansar y estar con su familia", dice Veiga. Un
equilibrio que también debería darse, según el profesor de la Universidad de
Almería Jesús de la Fuente, entre las actividades de carácter más lúdico y las
de aprendizaje que pueden suponer una ventaja en el futuro. "Es
comprensible que las familias se preocupen de que sus hijos e hijas accedan en
el futuro al mercado de trabajo con competencias acreditadas (títulos) en idiomas,
informática o música", pero estas siempre deberían mantener un equilibrio
con las otras, las que ayudan "al desarrollo integral de la
personalidad".
- Lo lúdico y lo preprofesional. En todo
caso, hay que diferenciar entre lo que sería un aprendizaje lúdico de la música
o la danza, o de la práctica de algún deporte, de actividades
cuasiprofesionales. "La distancia entre lo lúdico y lo preprofesional
tiene importantes implicaciones para los niños y, en muchas ocasiones, los
padres fuerzan el amor por una actividad en la que finalmente sus hijos es
probable que fracasen. Independientemente del nivel al que llegue el niño, lo
importante es que sea feliz y desarrolle la actividad con interés y motivación
(se divierta, disfrute, desee que llegue ese momento, etcétera). Un menor con
importantes niveles de motivación e interés por la actividad es capaz de tener
un rendimiento sobresaliente en el aula y ser un deportista (músico,
bailarín...) de élite", dice Moriana.
- El seguimiento. No todos los niños
responden de la misma manera a las mismas actividades y la misma carga horaria,
por eso, se puede no acertar a la primera, pero siempre se puede rectificar.
"Lo mejor sería hablar con los profesores del menor (que conocen su
comportamiento dentro del medio escolar), hablar con el propio niño (para
valorar sus gustos e intereses) y evaluar de forma continua la evolución del
menor en el desarrollo de la actividad y en cómo esta afecta en su
funcionamiento personal y escolar. Si el chico disfruta con la actividad y no baja
su rendimiento escolar ni su funcionamiento diario, quizás vayamos por el buen
camino", asegura Moriana.