Resulta
alarmante para los docentes de la Escuela Media observar que alrededor del 75%
de sus alumnos escriben con letra de imprenta y aún más lamentable descubrir
que muchos de ellos no saben hacerlo de otra forma.
Sin
intención de querer dictar recetas didáctico-pedagógicas, creo conveniente
determinar en qué etapa del proceso enseñanza-aprendizaje de la Escuela
Elemental se halla la causa de esta grave falencia.
Para
ello, es necesario delimitar con definiciones precisas los diferentes campos de
la Lengua que están involucrados en este proceso:
1)
La lectura es una actividad
principalmente intelectual en la que intervienen dos aspectos fundamentales:
uno físico, la percepción visual, y otro mental, la comprensión de lo leído.
Ambos aspectos, estrechamente relacionados, son de capital importancia, ya que
de su adecuado desarrollo depende la eficacia de los resultados.
2)
La escritura es un proceso mecánico,
una destreza psicomotriz mediante la cual se aprende a escribir palabras y
oraciones y, justamente, de ese ejercicio sistemático y progresivo, depende su
soltura y legibilidad.
3)
La composición o producción de texto
es el proceso más intelectual y complejo y necesita, para su eficaz desarrollo,
del buen manejo de las otras dos actividades.
Si
bien es conveniente que el aprendizaje de la lecto-escritura se realice en
forma simultánea, la adquisición de la escritura como tal es un camino más
lento. Igual que para toda destreza, el
niño necesita de un tiempo de aprestamiento previo que se logra, en la etapa
preescolar, a través del dibujo y del garabato.
En
la infancia, la escritura está en vías de formación, sigue un modelo
caligráfico escolar de una manera más o menos fiel, de ahí que sea tan
importante la buena caligrafía del
maestro.
El niño es un gran imitador que además
sabe distinguir por intuición las formas bellas o armoniosas de las que no lo
son. Por esa razón el docente debe comenzar a encauzar, en él, un juicio
crítico y estético.
Es
necesario, por otra parte, que el maestro asuma una postura ejemplar, normativa
y enriquecedora. Ejemplar porque debe servir de modelo, en este caso, a través
de una caligrafía clara y correcta. Normativa, al tener que establecer normas
para que los alumnos escriban con letra legible, prolija y espontánea.
Finalmente debe ser enriquecedora porque, además de aportar sugerencias, debe
enseñar a reconocer y valorar cada tipo de letra a fin de poder seleccionar
luego la más adecuada para cada ocasión. Esto último nos lleva a tener en cuenta
el manejo de dos grafías diferentes: la
cursiva y la imprenta.
Los
métodos actuales de la enseñanza de la Lengua sostienen que, para obtener
resultados más rápidos, los alumnos deben dar sus primeros pasos en el
aprendizaje de la lecto-escritura utilizando el abecedario en imprenta,
primero, mayúscula y luego, minúscula.
Sin
ánimo ni autoridad para poner en tela de juicio estos conceptos, considero de
suma importancia que los maestros no deben dejar de lado la enseñanza de la
letra cursiva, ni perder de vista el proceso de su adquisición y afianzamiento,
ya que es un ingrediente más en la formación del perfil del educando.
La
escritura cursiva es una sucesión de rasgos ascendentes y descendentes de
distinta longitud que se unen entre sí de diversas formas: a) en ángulo (propia
de los varones) b) redondeada o guirnalda (común en las niñas).
Si
bien su aprendizaje parte de un modelo, cada alumno impone en él su estilo. Sus rasgos se van
modificando conforme a su crecimiento y maduración.
La
misión del maestro es procurar, por un lado, que la caligrafía de los alumnos
no pierda legibilidad, y por otro, preservar, en cada uno de ellos, su estilo
personal.
La
escritura en imprenta debe ser tomada como la adquisición y adaptación automática y pasiva de un modelo
convencional. Estos signos neutros distan mucho de reflejar los rasgos
distintivos del alumno. Y por lo tanto no debe considerarse como una escritura
personal sino de alternativa o de uso ocasional.
La
fuerza de la escritura reside en la vitalidad de sus trazos De ahí que los
estudios grafológicos permitan conocer a través de ella, el carácter, el sexo,
los gustos y hasta la salud física y mental de la persona.
Es
común por otra parte que tanto maestros como profesores reconozcamos a nuestros
alumnos por su letra. La escritura cursiva es mucho más emotiva y elocuente de
la vida de un hombre que la de imprenta.
Otro
factor que contribuye, además, a la despersonalización de la escritura, es el
manejo excesivo de la computadora desde
temprana edad. Se ha comprobado que muchos niños de cinco y seis años comienzan
a escribir sus primeras palabras pulsando en forma mecánica las teclas de la
máquina y no afianzando la destreza motriz con el uso del lápiz.
Creo
que, en esta sociedad globalizada y tecnocrática, tanto padres como docentes debemos contribuir
a que nuestros niños adquieran una identidad propia, con rasgos bien definidos.
Procurar que aprendan y afiancen el manejo de una correcta escritura cursiva
como parte de su expresión libre ya es un buen comienzo.
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