A
partir de los 6-7 años se produce un gran aumento en las interacciones sociales
que mantienen los niños, no sólo en cantidad sino también en calidad. En
cantidad, porque el entorno escolar proporciona muchas oportunidades de
interacción con otros adultos y con los demás niños. En calidad, porque
empiezan a relacionarse de forma más intensa, consistente y prolongada con sus
iguales y aparecen nuevos contextos de interacción; el hogar cede importancia a
favor de la escuela y aparecen nuevas formas de interacción a través de los
medios tecnológicos. El teléfono, Internet o la televisión se convierten en
medios y entornos que están asociados a distintos tipos de interacción entre
iguales y que sustituyen a la diada padres-hijos.
DE LA
RELACIÓN CON LOS PADRES A LA RELACIÓN CON LOS IGUALES
Durante
los primeros años de vida del niño, la familia constituye el escenario fundamental de relación en el que la
figura de referencia por excelencia son los padres y cuidadores, especialmente la
madre. De los 6 a los 12 años, sin embargo, empieza a cobrar importancia la
interacción en otros contextos como la escuela, internet u otros espacios que
favorecen la actividad lúdica y con otras figuras sociales: los iguales.
Cuando
se han comparado las interacciones ente iguales durante esta etapa en relación con
el período preescolar, se ha constatado que durante esta etapa disminuyen considerablemente
las agresiones físicas, pero aumentan las agresiones verbales y aumenta el juego
de reglas. Al principio, los niños
consideran que en el juego las reglas son inmutables y que todos deben cumplirlas, pero hacia los
8 años, pueden ellos mismos establecer las propias reglas del juego, aunque se
espera que todos los que participan en él las cumplan. Asimismo, también se ha
observado que a estas edades aumenta el juego violento, especialmente entre los
chicos; e igualmente es muy frecuente el cotilleo. Esta práctica de interacción
se ha considerado una manifestación de lo que es una preocupación fundamental
de los niños a estas edades: la aceptación social. En este sentido, el cotilleo
puede servir para reafirmar el sentimiento de pertenencia al grupo y revela el
conjunto de actitudes, creencias y comportamientos que son importantes para la
inclusión o exclusión de los niños en los grupos.
Los compañeros
y los amigos a través de la amistad se convierten en el principal marco de
referencia y de apoyo emocional. Diversos estudios han encontrado una
correlación entre las relaciones establecidas con los iguales en la infancia y
el ajuste psicológico posterior. Cuando las relaciones sociales son positivas,
se augura un mejor ajuste futuro porque afianzan la sensación de pertenencia al
grupo y potencian las actitudes y las creencias positivas, como por ejemplo, la
conducta prosocial y de ayuda. También facilitan el aprendizaje en contextos de
colaboración. Sin embargo, no siempre las interacciones sociales tienen
consecuencias positivas. Entre las consecuencias negativas de la relación con
los iguales destaca el entrenamiento desviado, la co-rumiación, el acoso (bullying)
y la victimización. El entrenamiento desviado tiene lugar cuando los chicos y
chicas se refuerzan entre sí comportamientos agresivos y conducta antisocial.
La co-rumiación de pensamientos y sentimientos negativos se ha observado en la
comunicación entre amigas íntimas, especialmente en la adolescencia temprana.
El acoso consiste en agresiones verbales y físicas que se realizan de forma
reiterada y consistente hacia determinados miembros del grupo. La victimización
está asociada a la agresividad y al rechazo social. El niño agresivo es
victimizado porque su conducta resulta irritante para los demás. Por su parte,
el niño rechazado puede ser victimizado por el grupo porque es incapaz de tomar
represalias cuando es provocado.
En
general, con respecto a las relaciones de amistad, se observa que tanto chicos
como chicas se sienten atraídos y eligen como mejores amigos a chicos y chicas
que son similares a ellos en edad, sexo y con tendencias comportamentales semejantes.
Sin embargo, en sus relaciones de amistad, chicos y chicas muestran patrones de
comportamiento cualitativamente diferentes. Las relaciones de amistad de las chicas están
marcadas por una mayor intimidad, autoconfianza, validación y protección o cuidado,
aunque, paradójicamente, sus relaciones de amistad son más inestables que las
de los chicos. Por el contrario, las amistades de los chicos están más
centradas en las actividades físicas que en la intimidad y normalmente no
requieren el intercambio de información personal. Sin embargo, cuando el “mejor
amigo” de un chico es una chica, el grado de intimidad es mayor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario