domingo, 26 de agosto de 2012

LAS RELACIONES CON LOS IGUALES


A partir de los 6-7 años se produce un gran aumento en las interacciones sociales que mantienen los niños, no sólo en cantidad sino también en calidad. En cantidad, porque el entorno escolar proporciona muchas oportunidades de interacción con otros adultos y con los demás niños. En calidad, porque empiezan a relacionarse de forma más intensa, consistente y prolongada con sus iguales y aparecen nuevos contextos de interacción; el hogar cede importancia a favor de la escuela y aparecen nuevas formas de interacción a través de los medios tecnológicos. El teléfono, Internet o la televisión se convierten en medios y entornos que están asociados a distintos tipos de interacción entre iguales y que sustituyen a la diada padres-hijos. 

DE LA RELACIÓN CON LOS PADRES A LA RELACIÓN CON LOS IGUALES

Durante los primeros años de vida del niño, la familia constituye el  escenario fundamental de relación en el que la figura de referencia por excelencia son los padres y cuidadores, especialmente la madre. De los 6 a los 12 años, sin embargo, empieza a cobrar importancia la interacción en otros contextos como la escuela, internet u otros espacios que favorecen la actividad lúdica y con otras figuras sociales: los iguales.

Cuando se han comparado las interacciones ente iguales durante esta etapa en relación con el período preescolar, se ha constatado que durante esta etapa disminuyen considerablemente las agresiones físicas, pero aumentan las agresiones verbales y aumenta el juego de reglas.  Al principio, los niños consideran que en el juego las reglas son inmutables  y que todos deben cumplirlas, pero hacia los 8 años, pueden ellos mismos establecer las propias reglas del juego, aunque se espera que todos los que participan en él las cumplan. Asimismo, también se ha observado que a estas edades aumenta el juego violento, especialmente entre los chicos; e igualmente es muy frecuente el cotilleo. Esta práctica de interacción se ha considerado una manifestación de lo que es una preocupación fundamental de los niños a estas edades: la aceptación social. En este sentido, el cotilleo puede servir para reafirmar el sentimiento de pertenencia al grupo y revela el conjunto de actitudes, creencias y comportamientos que son importantes para la inclusión o exclusión de los niños en los grupos.

Los compañeros y los amigos a través de la amistad se convierten en el principal marco de referencia y de apoyo emocional. Diversos estudios han encontrado una correlación entre las relaciones establecidas con los iguales en la infancia y el ajuste psicológico posterior. Cuando las relaciones sociales son positivas, se augura un mejor ajuste futuro porque afianzan la sensación de pertenencia al grupo y potencian las actitudes y las creencias positivas, como por ejemplo, la conducta prosocial y de ayuda. También facilitan el aprendizaje en contextos de colaboración. Sin embargo, no siempre las interacciones sociales tienen consecuencias positivas. Entre las consecuencias negativas de la relación con los iguales destaca el entrenamiento desviado, la co-rumiación, el acoso (bullying) y la victimización. El entrenamiento desviado tiene lugar cuando los chicos y chicas se refuerzan entre sí comportamientos agresivos y conducta antisocial. La co-rumiación de pensamientos y sentimientos negativos se ha observado en la comunicación entre amigas íntimas, especialmente en la adolescencia temprana. El acoso consiste en agresiones verbales y físicas que se realizan de forma reiterada y consistente hacia determinados miembros del grupo. La victimización está asociada a la agresividad y al rechazo social. El niño agresivo es victimizado porque su conducta resulta irritante para los demás. Por su parte, el niño rechazado puede ser victimizado por el grupo porque es incapaz de tomar represalias cuando es provocado.

En general, con respecto a las relaciones de amistad, se observa que tanto chicos como chicas se sienten atraídos y eligen como mejores amigos a chicos y chicas que son similares a ellos en edad, sexo y con tendencias comportamentales semejantes. Sin embargo, en sus relaciones de amistad, chicos y chicas muestran patrones de comportamiento cualitativamente diferentes.  Las relaciones de amistad de las chicas están marcadas por una mayor intimidad, autoconfianza, validación y protección o cuidado, aunque, paradójicamente, sus relaciones de amistad son más inestables que las de los chicos. Por el contrario, las amistades de los chicos están más centradas en las actividades físicas que en la intimidad y normalmente no requieren el intercambio de información personal. Sin embargo, cuando el “mejor amigo” de un chico es una chica, el grado de intimidad es mayor.
 
 

 

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