Los
estudios sobre funcionamiento y cambio cerebral en la adolescencia son muy
escasos y recientes. La utilización de técnicas modernas, gracias a las cuales
se pueden obtener imágenes del cerebro en funcionamiento, han permitido estudiar
los cambios estructurales que se producen durante la adolescencia. A continuación
resumimos los resultados más importantes que se han hallado en las últimas décadas
siguiendo a Blakemore y Frith (2005). Una de las principales diferencias que se
observan, en comparación con el cerebro infantil, es un aumento de mielina en
el córtex frontal. Esto significa que la velocidad de transmisión de las
neuronas en esta parte del cerebro es mayor después de la pubertad. Por otra
parte, la observación también ha revelado una importante disminución de la
densidad de las sinapsis en el lóbulo frontal. Parece que durante la
adolescencia se realiza una “poda”, eliminándose todas aquellas conexiones
neuronales que se han ido acumulando pero que no se utilizan. Estas “podas” se
realizan mucho antes en otras áreas cerebrales, pero en el lóbulo frontal no
tienen lugar hasta la adolescencia. En
realidad los dos fenómenos se dan de forma complementaria: entre los 7 y los 12
años se produce una importante proliferación de conexiones neuronales en el lóbulo
frontal y después comienza a disminuir la densidad neuronal. A la vez que disminuye
la densidad empieza a aumentar la mielinización. Dado que el córtex frontal se
relaciona con el control ejecutivo –es decir, la atención, la toma de
decisiones, la solución de problemas, etc-, se podría esperar que los cambios
que se observan en el cerebro se reflejaran en una mejora en la actuación de
los adolescentes en este tipo de tareas. Aunque algunos estudios han hallado
evidencias a favor de esta relación, no todos los resultados son unánimes y se
necesita más investigación para aclarar esta cuestión.
Independientemente
de esta relación, los estudios sí muestran que durante la adolescencia- e
incluso después- se producen reorganizaciones masivas en ciertas áreas
cerebrales. Estas reorganizaciones repercuten en un mayor control y una
planificación más eficaz de las tareas complejas. Este dato pone de manifiesto
que durante este período – y probablemente durante todo el ciclo vital -, el
cerebro sigue siendo adaptable, moldeable y, por tanto, “educable”. Así pues,
las antiguas teorías que defendían la ineficacia de la educación después de la
infancia, parecen perder vigencia ante los datos más recientes sobre desarrollo
cerebral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario